Hugo es un cabro chico que queda huérfano en Francia. La gracia es que vive de incógnito en una estación de trenes y busca resolver un misterio: hacer funcionar un autómata que su padre fallecido rescató. Y que, luego, sabremos perteneció al cineasta francés Georges Méliès, famoso en todo el mundo por su “Viaje a la Luna” donde la luna recibe el cohete en su ojo.
Es una película muy bien hecha, el 3 D como nunca al servicio de la película. La historia es de esas para decir aawwwww y emocionarse. PEEEEEEEEEEEEEEEEERO: el actor que interpreta a Hugo tiene cero carisma. O sea, bien, lindos y grandes ojos azules, pero cero expresión. Yo que lloro con los comerciales del Hogar de Cristo iba preparada con mis pañuelos, pero este cabro chico nada, cero, cero empatía. Salvan las actuaciones de Ben Kingsley y de la niñita que se hace amiga de Hugo y obvio, la aparición de Jude Law. Pero nada más.
Sí se agradece el homenaje y el recuerdo para George Méliès, que lo hacen a uno añorar el cine simple y con ideas que era espectacularmente sencillas pero mágicas en todas sus dimensiones. Eso sí que lo rescato de la película. Habría sido memorable con otro niñito en el papel de Hugo, no se me ocurre nombre ahora, pero habría sido ideal alguien con amor por la historia. Eso es, como que le faltó amor por la historia. Con eso, matan.
Igual es buena, y a los amantes del cine o cineastas frustrados, van a shorar…. Así que la recomiendo.
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